Día 4: Celle
Cogimos el autobús con destino a Celle ya que es la ciudad que mejor está comunicada con el campo de concentración de Bergen - Belsen. Una pequeña ciudad de unos 80.000 habitantes situada entre Hamburgo y Hannover. Nada más bajarnos de la estación, lo primero que hicimos fue visitar su casco antiguo (Altstadt) que mantiene la esencia de las típicas casas de la época, ya que es una de las pocas ciudades que se salvaron, aunque solo en parte, de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Otro de los puntos de interés de la ciudad es su castillo, Celler Schloss, construido en el siglo XIII y que fue la residencia oficial de los duques de Braunschweig-Lüneburg entre 1378 y 1705.

Caminando por el casco antiguo, vimos en la acera pegado al portal de una casa un letrero en el que podíamos leer nombres y apellidos de personas que vivían en el edificio y el lugar a donde fueron deportados (Theresienstadt) y perdieron la vida:

Para llegar a Bergen - Belsen, es necesario coger dos autobuses. El primero de ellos sale desde un parque cercano al castillo de Celle. Tras comprar los tickets a bordo, nos llevará a las afueras de la ciudad, a la parada desde donde se coge el siguiente autobús. Exactamente había 4 kilómetros hasta llegar al memorial.

Después de unos 10 minutos, llegamos a la entrada del memorial del campo de concentración.

Bergen Belsen
Precio: Entrada gratuita. Audioguía: 3€. Mapa: 0,5€.
Horario: Todos los días de 10:00 a 18:00.
Bergen - Belsen fue contruído en sus orígenes para albergar a 3.000 trabajadores hasta que la Wehrmacht lo transformó en campo de concentración. Aunque desgraciadamente su periodo más conocido fue desde julio de 1943 hasta el 15 de abril de 1945, fecha de su liberación por parte de tropas británicas de la 11ª División Blindada, cuando las condiciones del campo sufrieron un importante deterioro. El hacinamiento, agravado con el traslado a Bergen-Belsen de prisioneros evacuados de otros campos (marchas de la muerte), y el trato a los reclusos provocó la muerte de un importante número de personas por efecto del hambre, el frío y las enfermedades, principalmente por una epidemia de tifus. El campo tuvo un promedio de 95.000 detenidos judíos de ambos sexos y el nivel de mortandad se elevó de 30.000 a 50.000 víctimas.
Hoy en día es un inmenso parque en el que a diferencia de los otros campos de concentración que hemos visitado, no mantienen estructuras de barracones en pie, a su entrada podemos encontrar un gran museo en el que podemos ver artículos y pertenencias de los presos del campo.
Salimos del museo y nos encontramos con un enorme grabado de piedra con el nombre del campo de concentración:

Según la tradición judía, poner piedras encima de las tumbas de los fallecidos según el Talmud, que menciona que cuando una persona muere su alma continúa habitando por un tiempo en la tumba donde fue enterrada. Poner piedras en la tumba mantiene el alma en este mundo, situación que algunas personas encuentran reconfortante. Hay otra teoría que dice que mientras las flores se marchitarán y morirán en algún momento, una piedra, en cambio, no morirá, y puede simbolizar la permanencia de la memoria y el legado.
Continuamos por el camino asfaltado hasta llegar hasta un estanque donde los judíos limpiaban los vegetales, los presos pasando las penurias que estaban sufriendo optaban por suicidarse en el foso.
Debido a la suciedad y la lluvia, el agua no estaba en condiciones de beberla, muchos de los que lo hicieron murieron a pocos días por enfermedades como la diarrea, tifus, fiebre, entre otras.

Muy cerca encontraremos unas ruinas de uno de los barracones y a su lado hay un árbol con alambre de espino en el que una hija escribió un poema a su madre que perdió la vida en el campo:

Siguiendo el camino vimos las primeras fosas comunes, lugar donde los nazis tiraban los cuerpos, en esta imagen se puede apreciar la amplitud de la fosa en la que se encuentran 1.000 cuerpos:

En esta otra vemos que es de 2.500 cadáveres.

Muchos de los presos tienen tumbas individuales a pesar de que se desconozca su identidad:

En el centro del memorial encontramos "La Casa del Silencio", un edificio donde bajo el más absoluto de los silencios se guarda respeto a las víctimas del campo:

En su interior encontramos multitud de sillas bajo una lápida cubierta por piedras.

Tras abandonar la Casa del Silencio, nos dirigimos a una de las tumbas más visitadas ya que en este lugar es donde murieron, a escasos días de la liberación del campo y a consecuencia del tifus, la joven Ana Frank y su hermana Margot. La joven de nacionalidad holandesa, residente de Amsterdam, escribió un diario que sus padres le regalaron por su cumpleaños. Cuando los nazis invadieron Holanda y deportaron a los judíos a diferentes campos de concentración, la familia Frank se escondió en su casa y vivió escondida durante largo tiempo hasta que fueron encontrados y deportados a Auschwitz, donde su madre falleció días después de que Ana, Margot y su padre fueran trasladados a Bergen - Belsen. Años más tarde, el padre, Otto, publicó al mundo el diario de su hija en el que narró cómo vivían escondidos de los nazis.

Coronando el campo encontramos un obelisco y una pared enorme en la que hay grabadas frases en diferentes idiomas en memoria de las víctimas que fallecieron en el campo.

Una de las frases grabadas:

Cerca del muro encontramos una enorme cruz gigantesca de madera, construida y levantada por los propios supervivientes del campo en memoria de los compañeros fallecidos:

Un memorial de piedra con una frase del salmo 38:17:

Para finalizar, entramos a la exposición que hay a la salida, donde podemos ver fotos de la época e incluso el día de la liberación del campo.

A pesar de no ser un campo de concentración donde encontraremos barracones reconstruidos, crematorios, etc, merece la pena hacer una parada y ver la magnitud de la barbarie nazi.
Tras la visita cogimos el tren de vuelta a Celle y desde ahí partimos hacia Bremen.