Día 3: De Saint Michel a Bayeaux

Saint Michel

Son las 7:30 de la mañana, los rayos de luz entran por la ventana, nos levantarnos a ver qué se ve desde la ventana, vaya vistas, qué sorpresa, ahí estaba, la famosa abadía.

Bajamos al piso inferior tras una ducha mañanera a desayunar, para nuestra sorpresa el hijo de la dueña del piso y ella habían desayunado ya. El niño estaba jugando con un trenecito de madera mientras hablaba solo.

Deseamos los buenos días a la familia y la señora nos invitó a desayunar al porche, qué lujo, vaya desayuno! Un yogurt casero con frambuesas cultivadas por ellos mismos, un pan casero con mantequilla, zumo de naranja, café con leche, jamón cocido, teníamos de todo!

En mitad del desayuno, se sentó con nosotros y pudimos hablar con ella sobre de dónde éramos, de dónde veníamos y qué planteamiento íbamos a hacer. En medio de la conversación nos dijo que nos daría un mapa sobre dónde aparcar gratis y no pagar el parking de Saint Michel, ya que era un precio elevado si pasábamos las 2 horas.

Una vez acabado el desayuno, decidimos subir a recoger la habitación y bajar las maletas y despedirnos de la mejor estancia que íbamos a tener en todo el viaje. Vaya sorpresa nos llevamos cuando nos entregó en un folio dibujado por ella a lápiz un mapa sobre cómo llegar desde la casa a Saint Michel y dónde aparcar para que no nos cobrasen el aparcamiento, todo un detalle! Nos despedimos y salimos rumbo a la abadía, siempre siguiendo el mapa improvisado, nos había dibujado una granja y anduvimos como locos buscándola.

Según el dibujo teníamos que girar a la izquierda en un stop y veríamos la granja, nuestra sensación, en cambio, fue que, tras andar mucho tiempo con el coche, dimos con una granja, continuamos el camino que intuíamos por el dibujo que deberíamos seguir, siempre con el Mont Saint Michel de fondo, sin perderlo de vista.

Cuando la sensación de que nos habíamos perdido y que el tiempo corría en nuestra contra, en medio del camino se nos cruzó un tractor de ruedas gigantescas. No dudé ni un instante, paramos el coche delante del tractor y me subí a él para preguntarle al granjero, pero no había forma de entendernos. no entendía el inglés, pero mucho menos entendía el dibujo escrito a lápiz de la zona… total que le dije “Mont Saint Michel”, señalando el horizonte a lo que se le iluminó la bombilla, me hizo gestos de que me metiera en el coche y que le siguiera.

Nos adelantó con su tractor a duras penas por un camino en el que difícilmente entraban dos coches y fuimos detrás de él. Llegamos a un cruce y se detuvo para hacerme la indicación de por donde debería seguir. Le di las gracias por su cordialidad y decidimos continuar el camino… pero para más Inri, seguíamos perdidos, optamos por seguir los carteles, ir al parking y pagar lo que hubiera que pagar. Iba a ser peor si seguíamos buscando un lugar gratuito y accesible, porque estábamos perdiendo mucho tiempo.

Llegada a la Abadía

Fuimos al mismo parking de la noche anterior, pero esta vez sacando ticket. Nos bajamos del coche y acto seguido hicimos cola para esperar al autobús que el día anterior nos resistimos a coger. Los autobuses llegan cada poco a la zona y tuvimos que esperar 2 tandas para que nos montásemos todos. Es un autobús curioso, no gira 180º para que el conductor vuelva a encarar la salida, no, el autobús tiene 2 habitáculos para el conductor, uno en cada extremo del autobús. Nos dejó a los pies de Saint Michel, justo desde ese lugar pudimos sacar la panorámica del Mont Saint Michel casi sin gente.

En el otro extremo donde nos deja el autobús hay un puente desde el cual se puede tener una panorámica perfecta de la abadía. Qué bonito tiene que ser esto cuando la gran marea inunda toda la zona.

Entramos al interior de la isla y lo primero que nos sorprende es lo viva que está para la hora a la que fuimos, éramos de los primeros en entrar a la isla y eso que eran las 10 de la mañana.

Precio: 12€ Adultos.